El Paradigma del migrante digital

A decir de Marc Prensky el tamaño de la brecha digital está dada por la manera de aprender entre los nativos y los migrantes digitales.

En términos generales, los estudiantes de hoy  -dice Prensky-  representan las primeras generaciones formadas con esta nueva tecnología. Han pasado sus vidas enteras rodeadas por el uso de computadoras, juegos de video, música digital, videos, teléfonos celulares y otros juguetes y herramientas de la era digital. Por lo tanto, para ellos es claro que aprender es un ejercicio lúdico, dinámico y en transformación permanente. Para los nativos digitales ya no se trata de acumular conocimientos en el sentido de la erudición tradicional, sino estar y permanecer a la vanguardia del conocimiento en constante evolución.

Aquí cabe reflexionar acerca de dos factores determinantes al respecto del paradigma de las  sociedades del conocimiento: la pertinencia y la velocidad de la información. Hacia mediados del siglo XVII las ideas libertarias e independentistas tardaron décadas en llegar a América, viajando por barco de manera clandestina, ocultas entre las ropas de héroes criollos. Hoy, el movimiento libio en contra de 40 años de dictadura se dirime en la red a partir de quienes están a favor y en contra. El punto es,  que el ciberespacio impone su propio tiempo y su propio ritmo a gran velocidad. Un nuevo descubrimiento científico o un crimen pueden dar la vuelta al mundo en segundos.  Mientras lo fue un avance ayer, puede hoy ser considerado obsoleto.

Como migrantes digitales, hasta mediados de los años ochenta nuestro único referente de aprendizaje y actualización fue el aula, el docente, los libros y las bibliotecas.  Donde el docente era el pilar fundamental de todo aprendizaje que mereciera ser tomado en cuenta. Aunque la aventura autodidacta fuera considerada una opción, siempre se corría el riesgo de “entender mal” e interpretar peor, cayendo en el exceso interpretativo. Del otro lado, estaba un alumno al que se presumía incompleto, insuficiente y al que “había que enseñar” bajo el presupuesto de que “no sabía”. Luego entonces las reglas del juego eran claras. El maestro estaba para enseñar y el alumno estaba para aprender.

Al abrir y atravesar la ventana del mundo cibernético a través de la internet y por ende de la masificación en el uso de las nuevas tecnologías, esa dinámica se rompió de una vez y para siempre, sin posibilidad de volver a ella. De pronto todos pudimos accesar a la era de la información, donde no importa que tan inteligente o intrascendente pueda ser tu duda, la web siempre te dará un millón de respuestas; la más idónea, la más valiosa o la más clara, eso es algo que le toca siempre discernir al usuario. Para esto es para lo que hay que educar ahora.

Luego entonces el paradigma para padres y maestros esta en re aprender a aprender; y reeducarse para enseñar fuera de toda lógica conocida. Aceptando, más que resistiendo, el papel de mediadores del conocimiento. Es decir, asumiendo que las nuevas generaciones, por el simple hecho de interactuar de manera natural con las nuevas tecnologías, ya traen un bagaje de información y conocimientos que no pasan por el aula; por lo tanto no son más “páginas en blanco” donde “inscribir el saber de la humanidad entera”. Son seres humanos con información en formación. Por lo tanto el papel de padres y maestros es conducirlos en el uso adecuado de toda esa información para la reflexión, la construcción, la transformación, la solución de problemas, la sustentabilidad y el cuidado del planeta.

Es decir, prepararlos para la ciudadanía del conocimiento y del aprendizaje a lo largo de la vida. En donde el mundo ya no es más como lo conocimos, muy por el contrario; el mundo de hoy es cambiante, paradigmático e impredecible. Siendo congruentes con ello, la vida solo nos está dando la oportunidad de prepararlos para el futuro, que esperamos siempre sea mejor y en paz.

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